lunes, 24 de marzo de 2008

Las canas de Charles Spencer Chaplin

Casualidad o no, mi primer estímulo para estrenar mí aplazado blog de cine e imagen viene de él que fue uno de los precursores de lo que podemos llamar cine. Como suele pasar, después de ver imágenes y digerir las informaciones de la exposición Chaplin en Imágenes (CaixaForum, Barcelona) empiezan los cuestionamientos.

Me pregunto porqué la imagen de Chaplin mayor o dedicándose a las desventuras del drama en el cine choca tanto. Me pregunto si esto se debe a la incapacidad de tragar su falta de vitalidad y sus canas y arrugas o si simplemente a la dificultad en aceptarlo sin el característico traje, bigote, sombrero y bastón. O más: me pregunto si realmente podemos identificar a Chaplin. No creo.

Es uno más (no que esto lo haga menos genial) de los iconos que estamos acostumbrados a exaltar sin tener idea de lo que significa. Yo tampoco creo que la tenga, pero recién me impresioné con todo lo que realmente puede significar Charles Chaplin y quedé boquiabierta con su carácter polifacético.

Del brillante vagabundo Charlot (como es conocido en la mayoría de los países) al director crítico de la modernidad, política y guerras que fue expulso de los Estados Unidos, para terminar en el señor de canas interpretando papeles dramáticos y dirigiendo a Marlon Brando, Sofia Loren y Tippi Hedren. Chaplin puede ser mucho más que el mito del Charlot.

(Sophia Loren, Charles Chaplin y Marlon Brandon en el filmaje de La condesa de Hong Kong. 1967 )

Para sumergirse más aún en el cine y convertirse en más que un actor de los buenos, construyó su propio estudio, aprendió a montar las películas hasta el punto que los químicos de su laboratorio hacían poco más que revelar los rollos de película. Fue creador de textos corporales de impresionar el mundo, lleno de pantomimas y expresiones inigualables.

Su trabajo como director llegó a niveles de dedicación y perfeccionismo en que interpretaba él mismo todos los papeles de los demás actores. Tippi Hedren llegó a decir que él entraba en la escena, interpretaba todos los papeles tal cual le gustaría que fueran hechos y decía: “Bueno, ahora podéis hacer vosotros.” “Y claro, nadie podría hacerlo como el Maestro. Marlon no lo soportaba.”, en palabras de Hedren.

Su genialidad y carácter al final lo alejó de muchos. Y su venganza fue la muerte del Charlot, en Candilejas (1952). Conocer más de su historia, además de resultar impactante, torna casi posible ser permisible con sus arrugas y canas y comprender la ausencia del bigote.

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